Suele comenzar en torno a los 15 días de vida y desaparecer alrededor del 4º mes.
Se trata de un llanto inconsolable de inicio repentino, de unas 2-3 horas de duración, periódico y sobretodo en la tarde-noche, en un bebé SANO. Suele ponerse rígido como “haciendo un esfuerzo”, con la cara roja, encoger las piernas y los puños cerraditos. En cuanto cede, el niño esta como si nada.
El porqué se produce no se sabe exactamente. Hay muchos factores contribuyentes y puede ser por múltiples causas; como la inmadurez digestiva del recién nacido (acumulan gases y no saben todavía expulsarlos bien), factores psicológicos como la ansiedad de los padres (que se transmite), cambios en la rutina diaria, cansancio…
Para poder decir que un bebé tiene cólico, debe ser un niño sano, que coma bien, que realice deposiciones con normalidad, que no tenga vómitos ni fiebre. Es decir, que la exploración física sea normal, gane peso y no tenga ningún otro síntoma más que el llanto o la irritabilidad temporal.
¿Y qué podemos hacer? Cogerlos en brazos y cantarles bajito ayudan a disminuir su nivel de estrés. Ayudarles a eructar, hacerles masajitos en el abdomen y flexionarles las piernas contra el abdomen son medidas para favorecer los movimientos de los gases en el intestino y disminuir los retortijones, así como el traqueteo con el carrito. El uso de probióticos (Lactobacillus Reuteri), por otro lado, pueden mejorar la microbiota intestinal disminuyendo el tiempo del llanto según algunos estudios.
No obstante, es importante que si tiene dudas de si le pasa algo o no a su pequeño y no se calma con las medidas básicas acuda a su pediatra para comprobar que efectivamente se trata de un cólico del lactante.
Un consejo, tener muuuucha paciencia.